MANU MUÑOZ

La relación arte y ciencia en la obra de Manu Muñoz deriva de su gran amor por la naturaleza. En ellas representa todo tipo de pájaros, felinos, lagartos, completamente ajenos a la fauna occidental. Sus obras son personales y puras, creando composiciones totalmente diferentes a las que estamos acostumbrados a ver en representaciones de animales. El elemento clave es la naturaleza, recreando los elementos universales que remiten al caos en composiciones completamente llenas de colores, figuras y movimiento.

Durante el principio de la década de los noventa, Manu Muñoz comenzó a realizar sus primeros murales y grafitis. Tres años más tarde, una proposición para participar en una exposición benéfica le llevó a realizar sus primeros trabajos sobre lienzo dentro de un estilo más formalista. A partir de ese momento se suceden diferentes participaciones en exposiciones colectivas fuera y dentro de España. En paralelo, la obtención de varios premios y menciones sitúan su trabajo en el mapa artístico nacional. Desde entonces, su trabajo ha descrito una línea al margen de los dictados o modas del arte, un trabajo sin complejos, personal y puro.

Su obra ha experimentado diferentes cambios, tanto en conceptos como en técnicas, algo que no preocupa al artista, quien defiende el ejercicio creativo como un acto de libertad y de compromiso con el cambio de los tiempos, ligado también a la experiencia personal individual en constante interacción con el mundo. La naturaleza como elemento clave, como punto de partida o como objetivo final, es el eje de sus actuales trabajos, la recreación de lo universal y lo atemporal compuesta por elementos reales usados como simples formas despojadas de significado. No hay dictados porque todo es imprevisible y cambiante.

Manu Muñoz nació en Cabo de Gata en Almería en 1977. Inició su labor creativa en el mundo del graffiti en 1991. Dos años más tarde, tras participar en una exposición colectiva junto con otros artistas locales, decidió dedicarse por completo al arte.
No fue un buen estudiante y tampoco era el típico niño que dibujaba bien.
Un día decidió dejar los estudios y dedicarse a ayudar a sus padres en la hostelería y en la pintura. Luego conoció a Ginés Cervantes y a Carmelo Palomino, que le enseñaron a pintar y a vivir. Eso fue clave para que se centrara en el arte.